La tecnología permite detectar diferencias cerebrales en pacientes con ciertas patologías.

Los pacientes que sufren estrés postraumático parecen tener una parte de su cerebro (el hipocampo) algo atrofiada. En el caso de la esquizofrenia, la enfermedad produce un cierto ‘adelgazamiento’ del lóbulo frontal; mientras que en las fases iniciales del Alzheimer se puede observar otro tipo de alteraciones en zonas relacionadas con la memoria. Éstas son sólo algunas de las pistas que comienza arrojar el campo de la neuroimagen sobre la huella que dejan las patologías mentales en la estructura y las funciones de nuestro cerebro.

 

 

 

El último avance en este campo se ha dado a conocer durante el congreso de la Asociación Mundial de Psiquiatría que se acaba de celebrar en Florencia (Italia). Un grupo de investigadores canadienses ha logrado identificar algunas diferencias en zonas del cerebro relacionadas con la atención y la concentración en varios soldados afectados por trastorno de estrés postraumático tras servir en Iraq y Afganistán.

Y aunque esta primera pista podría servir en el futuro para ‘identificar’ a los pacientes afectados por esta patología, los avances en el campo de la neuroimagen (un área que dio sus primeros pasos en la década de los setenta) están todavía mucho más cerca de las aplicaciones básicas, de investigación, que de diagnóstico o tratamiento propiamente dichas.

“Cada vez contamos con técnicas más sofisticadas; y aunque no vamos a poder diagnosticar ninguna patología psiquiátrica con estas pruebas de momento, avanzar en el conocimiento del órgano cerebral nos permitirá saber mejor qué está alterado en cada caso”, explica a elmundo.es Benedicto Crespo-Facorro, psiquiatra especializado en esquizofrenia del Hospital Marqués de Valdecilla de Santander.

Funciones y estructuras
Para poder ‘ver’ lo que ocurre en el cerebro prácticamente en tiempo real, los investigadores cuentan con dos tipos de técnicas, estructurales (que ven la parte más física, la anatomía del órgano) y funcionales, que lo analizan mientras realiza ciertas tareas: como el PET o la resonancia magnética funcional.

Esta última, según explica Santiago Reig, del Laboratorio de Imagen del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, “permite comparar qué neuronas están más activas en función del consumo de glucosa que realizan; es decir, dónde hay más flujo sanguíneo”. De esta manera, se puede comparar al mismo sujeto en una situación de reposo o ante un estímulo, como una imagen, un recuerdo, o una tarea (“un pianista ejecutando una melodía, por ejemplo”); y ver qué áreas de su cerebro se ‘encienden’.

El PET, por su parte, menos extendido para estas pruebas por tratarse de una prueba de medicina nuclear, utiliza la glucosa marcada con un fin muy similar. “Después de media hora en reposo, dejando que el cerebro capte la glucosa [que es al fin y al cabo, energía para las células], se puede ver qué áreas están más activas y comparar a distintos sujetos”, explica Reig. De esta manera, por ejemplo, puede verse que un cerebro con esquizofrenia “tiene menos actividad en ciertas áreas de la corteza prefrontal que el de una persona sana; pero mayor dinamismo en la corteza visual”.

El segundo tipo de pruebas capaces de ‘leer’ cambios en el cerebro se denominan estructurales, tal y como aclara Benedicto Crespo-Facorro, miembro de uno de los grupos de investigación del CIBERSAM. “Éstas miden parámetros como el grosor de la corteza cerebral, la integridad de los tractos de sustancia blanca [el cableado cerebral] o el patrón de girificación cortical, es decir, los surcos que dan forma al cerebro”, aclara.

Cautelas y futuro
“La resonancia magnética anatómica es una especie de radiografía del cerebro para ver, por ejemplo, pérdidas de materia gris”, añade en esta línea Reig. Por ejemplo, esta prueba ha permitido observar cierto ‘adelgazamiento’ en el lóbulo frontal de pacientes con esquizofrenia; “algo que el cerebro parece ser capaz de compensar con un aumento del líquido cefalorraquídeo cortical”.

Una idea en la que coincide Crespo-Facorro, que estudia una de las muestras más grandes de pacientes con primeros episodios de esquizofrenia y cuyas conclusiones indican que existen cuatro grandes alteraciones en estos sujetos: “Ya desde el comienzo de la enfermedad existe un aumento de los ventrículos laterales cerebrales, una reducción del tamaño del tálamo y del volumen global del cerebro y un aumento del líquido cefalorraquídeo cortical “.

Precisamente su grupo está siguiendo desde hace ocho años a jóvenes que han sufrido un primer brote psicótico; y trata de investigar si hay alguna correlación entre su evolución clínica y las anomalías anatómicas en su cerebro. O si, por el contrario, el tratamiento que mejora sus síntomas tiene algún reflejo en sus imágenes cerebrales.

Como señalaba el autor del trabajo canadiense sobre estrés postraumático, Florin Dolcos, de la Universidad de Alberta, “este campo está aún en su infancia; pero estos avances abren la posibilidad a que un día podamos ver este tipo de trastornos en el organismo de una manera tan clara como ya hacemos hoy en día con patologías como el cáncer o los problemas de corazón”.

 

Información de  María Valerio  (13- 4-2009) www.elmundo.es  Salud  

Por afmmebre

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social Messenger