El trastorno límite de personalidad (TLP) ocupa un lugar cada día más relevante en el día a día de los profesionales de la salud mental. Las organizaciones que lo trabajan llevan ya años advirtiendo de que los casos aumentan, excediendo a veces sus capacidades, y actualmente estiman que afecta a entre un 2 y un 5% de la población adulta general (así lo recoge, por ejemplo, la Fundación de Familiares y Enfermos de Trastorno Límite de Personalidad AMI TLP).
“Sienten una gran sensación de vacío”
De cara a entender las claves tras este aumento de casos, debemos tener en cuenta algunos puntos clave en la conceptualización clínica del trastorno. Por ejemplo, es importante saber que actualmente sigue existiendo debate sobre su definición precisa, y que de hecho la que a día de hoy se utiliza de manera estandarizada no se sentó hasta el año 1980. Igualmente, hay que destacar que es un trastorno con una alta comorbilidad (coincidencia con otros trastornos en el mismo paciente) cuyos síntomas pueden parecerse a los de otras condiciones psicológicas y psiquiátricas.
Así lo explica a 20minutos Elena Guerrero, directora de la Asociación Océano TLP. “Los trastornos de personalidad son trastornos que implican un patrón estable de conducta, disfuncional a lo largo del tiempo. En el caso del TLP, es el más inestable porque precisamente se caracteriza por inestabilidad afectiva, labilidad emocional, (tendencia a cambiar rápidamente de estado emocional), alta impulsividad, imagen inestable de sí mismo (por tener una identidad difusa: no saben lo que quieren y no pueden definirse por quienes son o que les gusta)”.
“Como consecuencia, sienten una gran sensación de vacío que definen como angustia o dolor intenso. Son personas con una alta hipersensibilidad y dificultad de regulación emocional”, añade.
“El TLP tiene una alta tasa de comorbilidad con otros trastornos clínicos, como TCA (Trastornos de la conducta alimentaria), el TCI (Trastorno del Control del Impulso), Trastorno de Ansiedad, Trastornos depresivos, etc. e incluso con otros trastornos de personalidad, de ahí su dificultad diagnóstica”, aclara.
“El TLP no entiende de clases”
Sea como sea, la experta destaca que “el TLP no entiende de clases ni estilos”: “No hay un estilo de vida concreto que esté ligado al TLP, solo algunos factores de riesgo. Además, el ambiente y el acceso a un buen tratamiento también influyen en su desarrollo”.
“Es decir, que no hay un perfil de paciente concreto, sería más correcto que hay diferentes perfiles de TLP“, dice. “Uno con más peso biológico, que se solapa más con enfermedades mentales como el trastorno bipolar (a veces pueden convivir juntos en un paciente); de un perfil más madurativo que depende más del tipo de vínculo con las figuras de crianza; y el TLP de vínculo desorganizado (relacionado con maltrato, negligencia o abusos) que se solapa con trastornos disociativos y con estrés postraumático”.
“Para entenderlo necesitamos una perspectiva biopsicosocial. Son diversos los factores que influyen en el desarrollo de la enfermedad: biológicos (genética, herencia…), psicológicos (conductas, emociones, pensamientos…) y sociales (oportunidades educativas, pobreza, desempleo…), desarrolla.
“Se aplicaba a pacientes difíciles”
La definición y características del trastorno (y su historia en el mundo de la clínica) y los factores que lo favorecen son vitales para entender por qué podría estar dándose ese aumento de casos que las asociaciones acusan. “Consideramos distintos motivos por los que la incidencia diagnóstica está en alta”, afirma Guerrero.