La mayoría de las personas se comportan de una o varias maneras que otros podrían considerar peculiares, y yo no soy la excepción. Quiero que mi ropa combine, desde los zapatos hasta los lentes y todo lo demás (incluso la ropa interior, lo que implica todo un desafío al momento de empacar para un viaje). Si algún invitado usa mi cocina, le pido que vuelva a poner las cosas exactamente donde las encontró. Cuando acomodo mis muebles, la encimera de mi cocina y los adornos de la pared, siempre busco la simetría. También etiqueto mis alimentos envasados con sus fechas de caducidad y los guardo por orden cronológico en mi alacena.

Sé que no soy la única que vive con estas excentricidades que otros podrían considerar “muy TOC”, una referencia al trastorno obsesivo-compulsivo. Pero el síndrome clínico, en el que las personas tienen pensamientos espontáneos recurrentes que conducen a hábitos repetitivos, es mucho más que una colección de conductas raras. En cambio, es un padecimiento neuropsicológico crónico y muy angustiante que puede detonar niveles graves de ansiedad y dificultar el buen desempeño en la escuela, el trabajo o el hogar.

Alguien con TOC, considera que ciertas circunstancias o acciones que la mayoría de la gente consideraría inofensivas, como tocar una manija, pueden tener terribles consecuencias y requerir estrategias correctivas extremas, si no es que una evasión total. Una persona podría temerles tanto a los gérmenes, por ejemplo, que saludar a alguien de mano podría forzarla a lavar su propia mano unas 10, 20 o hasta 30 veces para asegurarse de que está limpia.

Para muchos, la pandemia de COVID-19 solo empeoró las cosas. Investigaciones anteriores han encontrado una posible correlación entre una experiencia traumática y el aumento del riesgo de desarrollar TOC, así como el empeoramiento de los síntomas. Una persona con trastorno obsesivo-compulsivo que ya cree que los gérmenes peligrosos acechan en todas partes, se habría paralizado de ansiedad por la propagación del nuevo coronavirus. Y, de hecho, un estudio danés publicado en octubre descubrió que los primeros meses de la pandemia provocaron un aumento de la ansiedad y otros síntomas tanto en los pacientes con TOC recién diagnosticados como en los que habían sido tratados previamente, con edades comprendidas entre los 7 y los 21 años.

El trastorno suele ser hereditario, y cada persona puede vivirlo con distintos grados de intensidad. Los síntomas del padecimiento suelen comenzar en la infancia o la adolescencia, y aquejan aproximadamente del uno al dos por ciento de los jóvenes. El TOC llega a afligir a más o menos uno de cada 40 adultos. Alrededor de la mitad de ellos sufre un serio menoscabo a causa del trastorno, un 35 por ciento se ve moderadamente afectado y el 15 por ciento es ligeramente afectado.

No es difícil ver cómo el trastorno puede ser tan perturbador. Una persona con TOC preocupada por no haber cerrado bien la puerta, por ejemplo, podría sentir la necesidad de cerrarla y abrirla una y otra vez. O podría estresarse demasiado y esperar lo peor si no sigue una rutina estricta, como encender y apagar un interruptor diez veces, siempre que sale de una habitación. A algunas personas con TOC les invaden pensamientos prohibidos sobre sexo o religión o un miedo de lastimarse a sí mismas o a otros.

El comediante Howie Mandel, que ahora tiene 65 años, dijo a MedPage Today en junio que padecía TOC desde la infancia, pero que no fue diagnosticado oficialmente hasta muchos años después, tras pasar la mayor parte de su vida “viviendo en una pesadilla” y luchando contra una obsesión por los gérmenes. Ha estado trabajando para ayudar a contrarrestar el estigma de las enfermedades mentales y aumentar la comprensión pública del trastorno obsesivo-compulsivo, con la esperanza de que una mayor concienciación de este trastorno fomente el reconocimiento y el tratamiento tempranos para evitar sus efectos perjudiciales para la vida.

“Hasta mediados de la década de los ochenta, se consideraba que el TOC no se podía tratar”, dijo Caleb W. Lack, profesor de psicología en la Universidad de Oklahoma Central. Sin embargo, afirmó, ahora hay tres terapias basadas en la evidencia que pueden ser eficaces, incluso para los pacientes más afligidos: la psicoterapia, la farmacología y una técnica llamada estimulación magnética transcraneal, que envía pulsaciones magnéticas a áreas específicas del cerebro.

En un inicio, a la mayoría de los pacientes se les ofrece una forma de terapia cognitivo-conductual, llamada exposición y prevención de la respuesta. Se empieza con algo poco propenso a generar ansiedad —por ejemplo, mostrarle un pañuelo sucio a alguien que tiene un miedo obsesivo a la contaminación— se invita a los pacientes a resistir una respuesta compulsiva, como lavarse las manos una y otra vez. Se les enseña a los pacientes a entablar “diálogos internos”, en los que exploren los pensamientos a menudo irracionales que pasan por su mente, hasta que su nivel de ansiedad disminuya.

Cuando ven que no contrajeron ninguna enfermedad por ver el pañuelo, la terapia puede avanzar a una exposición más provocativa, como tocar el pañuelo, y así sucesivamente, hasta que superen su miedo irreal a la contaminación. Para los pacientes que sienten un miedo más intenso, este enfoque terapéutico suele combinarse con un medicamento que contrarresta la depresión o la ansiedad.

Un aspecto positivo de la pandemia es que puede haber permitido que más personas reciban tratamiento a distancia a través de servicios de salud en línea. “Con la telemedicina, somos capaces de realizar un tratamiento muy eficaz para los pacientes, sin importar dónde vivan en relación con el terapeuta”, dijo Lack. “Sin salir nunca del centro de Oklahoma, puedo atender a pacientes de 20 estados. Los pacientes no tienen que estar en un radio de 50 kilómetros del terapeuta. La telemedicina es un verdadero punto de inflexión para las personas que no quieren o no pueden salir de casa”.

Para aquellos que padecen el TOC en grados paralizantes y que no han respondido a ningún otro tratamiento, la opción más reciente es la estimulación magnética transcraneal, o EMT, una técnica no invasiva que estimula las células nerviosas en el cerebro y ayuda a redirigir los circuitos neuronales implicados en los pensamientos obsesivos y las compulsiones.

Fuente: Por Jane E. Brody  https://www.nytimes.com/es/2021/08/23/espanol/TOC-pandemia.html?fbclid=IwAR3SvwQj1mZdvYmVtHFgQl5jNtSAjsGscr7YGqOOvL7Z8dVgkeDtrB2uug0

Por AFMMTE

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