El estudio MINDCOVID muestra una elevada afectación en la salud mental de los profesionales sanitarios. Según dicha investigación, prácticamente la mitad de los profesionales están en situación de riesgo, siendo los más prevalentes los síntomas depresivos (28 %), de ansiedad (22,5 %), de estrés postraumático (22 %), o de ideación suicida (3,5 %).
Dependiendo del ámbito o de la especialidad, el porcentaje de burnout entre los profesionales sanitarios oscilaba (antes de la COVID-19) entre un 20 y un 80 %, es decir, 1 de cada 5.
El síndrome del trabajador quemado no solo tiene un elevado impacto a nivel personal, poniendo en riesgo la salud física y mental de los profesionales, sino también en la calidad de la asistencia que reciben las personas atendidas.
Está claro que en el desarrollo de estas cifras convergen diferentes factores personales, organizativos y estructurales.
Asimismo, los estudiantes de medicina también presentan un alto nivel de síntomas psicopatológicos, estrés y burnout. Este hecho se debe a una serie de causas, entre las que están los propios criterios de selección para acceder al grado, en el que se exige una calificación muy alta, un elevado nivel de exigencia académica o el contacto cercano con la enfermedad y la muerte, todo ello asociado a una cierta resistencia a pedir ayuda. Diversos estudios muestran la correlación entre una mala salud mental durante los períodos académicos y de residencia, y un aumento en el riesgo de estrés y burnout durante el ejercicio profesional.
Es fundamental que los estudiantes de medicina o de otras profesiones sanitarias y los profesionales sanitarios en general incorporen estrategias de prevención en salud mental, así como para hacer frente a situaciones potencialmente estresantes, inherentes a la práctica profesional.
Esta competencia debería estar garantizada durante la formación, pero tal y como comenta Frederic Hafferty, muchas de las partes más esenciales y críticas en el desarrollo de los profesionales dependen de un aprendizaje no formal o del azar, es decir, del currículum oculto. A pesar de ser un aspecto fundamental en la profesión sanitaria, no estamos garantizando necesariamente que se realice de forma homogénea, estructurada y formal.
LOS BENEFICIOS DEL MINDFULNESS PARA LOS PROFESIONALES SANITARIOS
Se han desarrollado numerosos programas para mejorar el estado de la salud mental de los estudiantes y profesionales de la salud. Los que han obtenido mejores resultados han sido los programas basados en la atención plena.
El mindfulness es una práctica que combina intervenciones estructuradas formales e informales, centradas en prestar atención de una forma particular: a propósito, en el momento presente y sin hacer ningún tipo de juicio. La atención plena consta de dos componentes: la autorregulación de la atención y la forma en la que se afrontan las experiencias.
El mindfulness puede ayudar a los profesionales sanitarios en tres ámbitos:
- A gestionar el estrés y el impacto emocional que padecen durante la práctica profesional.
- A mejorar las competencias relacionadas con una mejor práctica clínica, así como la empatía, la escucha activa o la compasión.
- A identificar a las personas atendidas que pueden beneficiarse del mindfulness y promover su práctica de forma explícita.
Las profesiones sanitarias son, por tanto, profesiones de riesgo y la pandemia ha supuesto una carga añadida. Ahora es un buen momento para detectar las estrategias que mejor funcionan, tanto preventivas como cuando ya existe una afectación.
Esta pandemia nos ha enseñado muchas cosas, entre ellas que existe la imperiosa necesidad de normalizar y de incorporar estrategias de gestión de la salud mental en todas las profesiones sanitarias. Y quizás la estrategia más potente para humanizar la atención sanitaria sería tener profesionales bien cuidados y estudiantes con competencias de autocuidado incorporadas.
Fuente: https://www.som360.org/es/blog/estrategias-autocuidado-profesionales-salud