Esquizofrenia, depresión, trastorno bipolar… son palabras conocidas por la mayor parte de la población. Aun así, es curioso lo poco que sabe la sociedad acerca de estos términos. Además, son palabras que tienen connotaciones negativas. Estas connotaciones son como una “tradición” que se ha traspasado de generación en generación a lo largo de la historia. Sería imposible para mí tratar de analizar el porqué de estas connotaciones, por lo que intentaré analizar y dar mi humilde opinión de ese porqué en la actualidad.

Simplemente, el hecho de que hayamos pasado o estemos pasando un trastorno no debería ser una oportunidad para que seamos discriminados, para que seamos considerados diferentes al resto de la sociedad. Que una persona haya pasado por una, dos o tres depresiones no debería ser una oportunidad para definirla como depresiva. Que una persona haya pasado por uno, dos o tres brotes psicóticos, no debería ser una oportunidad para definirla como psicótica.

Pero es tanto el tiempo de tradición de discriminación de la sociedad hacia diferentes colectivos, que discriminar, aunque no nos demos cuenta (aunque nosotros no queramos discriminar), es más fácil. Es más fácil para nuestro cerebro encontrar la palabra “psicótico” que las palabras “persona que ha pasado por un brote”, por ejemplo.

Así, puede ocurrir -y ocurre- que incluso una persona que ha pasado por un brote psicótico se refiera a otra que ha pasado por la misma experiencia, como “psicótica”. Es decir, es posible que la propia discriminación ocurra incluso dentro del colectivo.

Esto hace que el proceso para acabar con el rechazo hacia un grupo humano no se produzca de la noche a la mañana, sino que sea un desarrollo que durará mucho tiempo, debido a su complejidad. Este proceso debe empezarlo mucha gente, entre ellos el propio colectivo.

Actualmente, esa discriminación hacia las personas que sufrimos o hemos sufrido un trastorno mental se forja a través de diferentes medios, siendo los principales algunos medios de comunicación.

 

 

Cuando sucede un acto violento provocado por alguien, éste se suele atribuir a algún tipo de trastorno, normalmente a la esquizofrenia. Y yo me pregunto: ¿es que los actos violentos sólo son atribuibles a las personas que hemos padecido o padecemos un trastorno? Pues claro que no, pero es que estamos asistiendo a una de las maneras que tiene la sociedad de discriminarnos: atribuirnos actos violentos.

No nos merecemos que ciertas acciones se atribuyan a nuestros trastornos. Pero esto no es lo peor. Lo peor es que, finalmente, la gente cree que un determinado tipo de acciones son consecuencia de ese trastorno.

Esto ocurre porque hay una total desinformación en la sociedad acerca de los trastornos mentales, hecho que provoca que algunos medios de comunicación atribuyan esas acciones a ciertos trastornos. El desconocimiento hace que algunos medios aparenten tener datos y dar información sobre el tema, pero el problema viene cuando se da una información inexacta.

Así, para la sociedad en general, se crea la visión, el estigma, de que somos peligrosos. Esto se plasma de una manera evidente, por ejemplo, en la propuesta de Reforma del Código Penal. Según esta propuesta, somos Sujetos Peligrosos.

Es muy fácil para la sociedad que los peligrosos seamos aquellos a quienes, alguna vez, algo ha funcionado mal ahí arriba. Aunque esto no debería ser una oportunidad para discriminarnos, para que nos califiquen de peligrosos.

Ahora voy a buscar información sobre mi tipo de trastorno: trastorno esquizoafectivo… Bueno, mejor no. Esa información puede haberla creado gente que esté influida por esa discriminación que practica la sociedad hacia nosotros. Así que voy a buscar información en el único sitio que no puede estar manipulado: mi cabeza. Mi cabeza es la única que puede saber exactamente lo que me ha pasado, cómo me ha pasado y porqué motivo me ha pasado. Mi cabeza es, también, la única que sabe exactamente cómo soy.

Voy a pensar solo sobre las palabras “esquizo” y “afectivo”. Lo que me viene a la cabeza me gusta: soy una persona que siento un afecto esquizofrénicamente desarrollado hacia el ser humano. Esto quiere decir que pienso que puedo hacer un mundo mejor para las personas, que las quiero a todas, que pienso en ellas globalmente, en conjunto, aunque, para ello, primero haya sido necesario pensar que las podía salvar del apocalipsis.

Así que sí, desde mi punto de vista, que podamos vivir en un mundo mejor, con trastornos pero sin trastornados, es posible.

Para mí, tener un trastorno no es algo tan negativo, ¿no creéis?

Alfonso Gálvez

Fuente: http://www.activament.org/es/2015/01/07/reflexions-sobre-lestigma/

Por afmmebre

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