Que diferente es el concebir y aceptar una enfermedad del área psiquiátrica a tener un problema físico.  Con lo segundo se visualiza a la enfermedad como tal, sin embargo si padecemos de depresión, ansiedad u otro trastorno de orden psiquiátrico existe la duda de que estemos o no enfermos.

Y esto tiene repercusiones drásticas para poder asumir una postura de aceptación que nos ayude a validar nuestra enfermedad, a encontrar posibilidades de tratamiento y considerar un pronóstico.  Que como consecuencia de ello, retardamos su atención médica profesional,  se deteriora nuestra vida personal, familiar, laboral y social.

Las enfermedades de tipo emocional y mental son estigmatizadas en nuestra sociedad, a tal grado que muchas personas preferirían tener un diagnóstico de una enfermedad física que de una psiquiátrica.  La segunda pareciera carecer de valor, e interpretarse como producto de nuestra invención personal, de nuestra decadencia espiritual o aún peor de nuestra debilidad como personas. 

Esto merece una seria aclaración para que las personas que cursan con estas enfermedades puedan hablar de ellas de manera libre, acudir de forma temprana a consultar por las mismas y permitirse un tratamiento adecuado para ellas.

Si yo tuviese que elegir entre tener una u otra enfermedad, optaría, por supuesto, ninguna.  Sin embargo, estar enfermo no es necesariamente una cosa de elección.  Digo esto, considerando que muchas enfermedades pueden ser prevenibles con buenos hábitos dentro de la vida.
Tenemos la oportunidad de ver de manera frecuente como es tergiversada la enfermedad mental. En lindos correos electrónicos que nos dicen no estás deprimido, solamente distraído.  En discursos que atribuyen el origen de la depresión por ejemplo, a distanciarse de Dios en la vida y cuadros psicóticos son interpretados como posesiones demoníacas para lo cual  es recomendado el exorcismo; y en algunas oportunidades, incluso, se prohíbe a las personas a acudir a consulta con algún profesional de salud mental.

 

La psiquiatría  no está en contra de ninguna religión, ni mucho menos del crecimiento espiritual de una persona.  Pero hemos de considerar las enfermedades de esta área como tales y ayudar a que reciban tratamientos oportunos, evitando pérdidas de vidas y  una menor disfunción de las personas en el ejercicio de sus tareas cotidianas, de las relaciones consigo mismas y con los demás.  Así como el desarrollo de enfermedades físicas subsecuentemente al desorden psiquiátrico, por ejemplo: hipertensión arterial, colon irritable, dispepsias, artritis y enfermedades autoinmunes entre otras.

Las enfermedades psiquiátricas también cuentan con un substrato neurofisiológico que las explica y negarlas no permite avanzar en el tratamiento y rehabilitación de ellas. Para lo cual necesitamos que la población se encuentre informada de su existencia y brinde apoyo a quienes padezcan de este tipo de enfermedades.

 

Fuente: www.lahora.com  Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
crismodenesi@gmail.com

Por afmmebre

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