Cada siete segundos, una persona desarrolla demencia en el mundo y, según las previsiones, en 2020 el número de suicidios ascenderá a un millón y medio al año. Los pronósticos en salud mental no son en absoluto alentadores. Un comité de expertos de más de 60 países propone una serie de estrategias para mejorar la calidad de vida de quienes padecen este tipo de enfermedades.
Según un artículo publicado en ‘Nature’, los trastornos mentales (esquizofrenia y depresión), neurológicos (epilepsia) y los derivados del uso y abuso de sustancias adictivas representan el 13% de la carga global de enfermedades, por encima del cáncer y patologías cardiovasculares. “La ausencia de tratamiento y la escasez de intervenciones de prevención refleja una limitada comprensión del cerebro y sus mecanismos celulares y moleculares”, afirma el profesor Abdallah Daar, científico del centro para la salud global de la Universidad de Toronto (Canadá).
Como siempre, los países más pobres son los que más lo sufren, ya que tampoco pueden aprovechar aquellas terapias que sí se conocen para enfermedades como el Parkinson. De hecho, “el 83% de las naciones con bajos ingresos no tiene fámarcos para dicho trastorno y el 25% no dispone de medicamentos antiepilépticos”, asegura el científico Daar. La distribución de los recursos es muy desigual. No hay más que recordar que “el número de psiquiatras en Europa es 200 veces más alto que en África”.
Como añade el principal autor de este trabajo, “es necesario investigar más en la prevención y el tratamiento de las enfermedades mentales, sin embargo la inversión, a día de hoy, es muy baja, sobre todo teniendo en cuenta la alta tasa mundial de este tipo de trastornos”.
Investigación para la próxima década
El grupo de científicos de la Universidad de Toronto propone investigar durante los próximos 10 años una serie de temas que consideran prioritarios en la salud mental de todo el mundo. En total, son seis y los presentan en un informe titulado: ‘Los grandes retos en la salud mental global’.
1. Es fundamental, tal y como indican los autores del documento, “identificar los factores de riesgo sociales modificables y los biológicos en el transcurso de la vida, además de comprobar hasta qué punto la pobreza, la violencia, las guerras, la emigración y los desastres influyen en la salud mental”.
2. “Deberíamos avanzar en la prevención y la implementación de intervenciones tempranas. Desarrollar estudios sobre los beneficios de la prevención en la atención primaria y poner en marcha estrategias para evitar el abuso de sustancias adictivas en los jóvenes”. Hay que prestar especial atención a los niños.
3. Los expertos apuestan por la investigación para mejorar el tratamiento y consideran necesario tomar las medidas oportunas para facilitar el acceso de todos los afectados (estén en el país que estén) a la atención sanitaria. También “sería interesante estudiar cómo podemos reducir el coste y mejorar la eficacia de la medicación”.
4. Otro punto que merecería ser objeto de estudio es la concienciación social sobre la alta tasa mundial de enfermedades mentales. “Deberíamos poner en marcha métodos para eliminar el estigma, la discriminación y la exclusión social de pacientes y familiares afectados; establecer evidencia sobre los factores socioeconómicos y culturales asociados con la incidencia, el diagnóstico y el tratamiento”.
5. Sería interesante analizar cómo los países con poco recursos pueden afrontar estos retos mentales. Hay que formarles y dotarles de las herramientas necesarias para el tratamiento de este tipo de enfermedades.
6. Y, por último, el apoyo político. Según los científicos, habría que establacer unos requisitos mínimos para el tratamiento de patologías mentales en todo el mundo, incorporar programas internacionales y no olvidarse de la inversión económica, sin la que la investigación, el tratamiento y la prevención son imposibles.
Por primera vez, concluyen los artífices de este informe, “hemos ofrecido un claro panorama sobre las mayores necesidades que hay en la salud mental de todo el mundo. Esto ayudará a dirigir los esfuerzos y también ayudará a los ministerios de salud de todos los países a entender cuál es la situación real, priorizar, invertir y actuar”.
www.elmundo.es (11/07/2011)