El cerebro es el órgano encargado de recibir y procesar toda la información sensorial que nos llega. La visión que cada uno de nosotros tiene del mundo que nos rodea se debe a la manera en que el cerebro maneja los datos proporcionados por los cinco sentidos. Por esta razón, cada uno de nosotros puede interpretar cierto estímulo de forma distinta. Sin embargo, hay personas cuya visión del mundo es muy diferente de la del resto. Personas que asocian colores a los sonidos, huelen palabras o palpan la música. No es una enfermedad, estas personas simplemente ven la naturaleza de una forma distinta: los sinestésicos.

Carol Crane es sinestésica. De niña sabía que era distinta al resto de la gente. Cuando escucha música no sólo oye los sonidos, los siente en su cuerpo. Para ella, el sonido de la guitarra es como una ráfaga de aire en los tobillos, el piano es una ligera presión en el pecho y la música jazz es como una lluvia suave. Pero no sólo eso. Ella ve cada número de un color distinto. Por ejemplo, el número cinco para ella es de color verde. Hay quien saborea palabras, como James Wannerton, para quien el nombre Nueva York sabe a huevos pasados por agua mientras que Londres sabe a puré de patatas con muchos grumos. Su caso es más común de lo que puede parecer. Se estima que hay un sinestésico por cada 500 personas en los casos más simples, cifra que se eleva a uno entre 15000 para los casos más raros. Sin embargo, alrededor de la mitad de las personas pueden tener una forma básica de sinestesia al asociar, por ejemplo, sonidos agudos con colores brillantes y sonidos graves con colores oscuros. También se cree que en bebés de hasta tres meses este fenómeno puede ser común y es más tarde cuando el cerebro aprende a separar los estímulos.

La palabra sinestesia procede del griego syn (junto) y aistesis (sensación) por lo que viene a significar algo así como «la unión de las sensaciones». Aunque existen casos de sinestesia documentados desde hace más de 300 años, no ha sido hasta finales del siglo XX cuando su estudio se ha extendido. Ahora ya se sabe que hay más mujeres que hombres sinestésicos y que hay familias con varios casos entres sus miembros. Por tanto, parece haber un cierto componente genético para la sinestesia. Las investigaciones del Dr. David Eagleman tratan de comprobar este punto recopilando información de árboles genealógicos de sinestésicos. De esta forma se ha comprobado que el gen responsable de este fenómeno se encuentra en el cromosoma 16 y se trabaja para secuenciarlo.

 

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Cada sinestésico ve el mundo de forma distinta ya que se han clasificado hasta 19 tipos distintos de sinestesia. Los más comunes consisten en asociar números o palabras con colores mientras que los más raros asocian el tacto con sabores u olores. El mecanismo por el que se produce este fenómeno se estudió por tomografía por emisión de positrones. De esta manera se comprobó que en el caso de los sinestésicos al decir números se activan no sólo las áreas del cerebro responsables del lenguaje, sino también las correspondientes a la vista o el tacto.

Parece claro que el origen de la sinestesia está en el cerebro, pero no así el mecanismo por el que se produce. Hay dos teorías sobre la causa de la sinestesia. Según la primera, un sinestésico tiene más conexiones físicas en el cerebro, lo que permite «enlazar» los estímulos que proceden de distintos sentidos. Según la segunda teoría, el número de conexiones en el cerebro es el mismo, pero el nivel de inhibición bioquímico es distinto por lo que se pueden producir las conexiones cruzadas que llevan a enlazar las distintas sensaciones.

Además de ser una oportunidad de entender un poco mejor cómo funciona nuestro cerebro, la sinestesia puede permitirnos averiguar cómo se produjo el salto evolutivo que condujo al desarrollo del lenguaje.

Por afmmebre

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