La estrecha relación existente entre pobreza y salud es evidente: las personas más pobres enferman más y mueren antes que las ricas. Además existe una correlación entre desigualdad económica y enfermedad mental. Fernando Pérez del Río, coordinador terapéutico de Proyecto Hombre Burgos, ha publicado un artículo en la revista Norte de Salud Mental en el que revisa todos los trabajos sobre desigualdad y salud mental en la última década, mayoritariamente investigaciones realizadas por países anglosajones en las que se analizan las mismas variables.
«He localizado 20 estudios y dos variables que son importantes. La primera es que una mayor desigualdad entre ricos y pobres aumenta el porcentaje de enfermedad mental. La cohesión social se rompe y la desigualdad genera mucha tensión. La segunda variable se relaciona con los valores que tenga esa sociedad, ya que no es lo mismo ser pobre en un país pobre que ser pobre en un país rico. Es mucho más problemático y enfermizo lo segundo», detalla Pérez del Río.
En relación con la primera de las variables, el estudio concluye que el grado interno de igualdad o desigualdad económica que presenta un país condiciona directamente la salud mental de sus ciudadanos. Por ello, EE.UU. o Reino Unido presentan más problemas de salud mental que Suecia, Finlandia o los Países Bajos, por ejemplo, países con bajos niveles de desigualdad. «La desigualdad económica favorece el aumento de los trastornos mentales y contribuye a crear una sociedad ansiógena, estresada y frágil. No olvidemos que el trastorno mental también es una construcción social», apunta el investigador.
Pobre o no
Respecto a la segunda de las variables, la asociada con los valores de la sociedad, «está demostrado que ser pobre y vivir en una zona rica puede resultar más dañino para la salud que ser aún más pobre pero vivir en una zona de extrema miseria». Esto tiene que ver, agrega, con la visión de la pobreza y el fracaso en cada una de estas sociedades.
«Cuando se desprecia esa situación, las personas pobres sienten vergüenza y tienden a aislarse de los demás y a alejarse de la comunidad, puesto que el fracaso se tiende a esconder, tanto más si ese fracaso está asociado al estigma de ser un dependiente o un parásito social». Por ello, «cuanto menos se desprecia la pobreza o el fracaso más sana es una sociedad», afirma.
En la misma línea, Pérez del Río concluye que los países más comunitarios y con menos diferencias económicas entre sus habitantes, aquellos que dan más importancia al grupo y gozan de mayor movilidad social -entendida como movimientos individuales o grupales que se producen en el sistema de clases-, «son a la postre los países más sanos».
En opinión del investigador, el abordaje de esta situación pasa por favorecer políticas comunitarias que primen la cohesión y la igualdad. «Debemos dar importancia a los aspectos sociales más educativos que terapéuticos, a los tratamientos integrales y no parcializados, al apoyo grupal y familiar y a los grupos de apoyo mutuo y a la colaboración de los voluntarios en los dispositivos asistenciales». En definitiva, añade el autor, estos trabajos «invitan a poner en práctica un enfoque comunitario de las enfermedades mentales frente a modelos individualistas y deterministas».
Fuente:http://www.abc.es/salud/noticias/desigualdad-socioeconomica-trastornos-mentales-14459.html (13 marzo 2013).