¿Debería el profesorado tener acceso al historial clínico de sus alumnos? Los psiquiatras infantiles consultados por este periódico se llevan las manos a la cabeza con esta propuesta. “No hay ninguna enfermedad mental que se relacione con mayor riesgo de cometer actos violentos que el de la población general”, remarca la especialista Inmaculada Palanca. Esto significa que dicha “información no va a prevenir nada”. De hecho, continúa, “los casos de violencia de este tipo que se ven en otros países no responden a trastornos mentales sino a un cúmulo de odio, aislamiento y carencias afectivas complejas”.
Lejos de evitar sucesos como el que ha ocurrido en el centro de secundaria Joan Fuster en Barcelona, la posibilidad de que los profesores puedan leer libremente los informes médicos de su alumnado “crearía más alarma de la necesaria”, argumenta Gonzalo Ruiz, miembro de la Asociación Española de Jóvenes Psiquiatras. El hecho de tener un “diagnóstico determinado no está asociado con violencia”, recalca este experto, en línea con las palabras de Palanca. Potenciaría el estigma que ya de por sí tienen algunas enfermedades mentales.
En el caso de que exista un problema, está en las manos de los padres notificar la situación de su hijo al colegio. No obstante, explica Palanca, no es necesario poner nombre al trastorno que el menor sufre. Basta con comunicar las dificultades que éste tiene y establecer algunas ayudas por parte del profesorado. “Solemos trabajar muy bien con la colaboración de los padres, el colegio y el paciente. Es una práctica muy habitual”. En su trayectoria profesional, esta especialista nunca se ha encontrado “con ningún padre que se niegue a colaborar con el colegio, lo que no quieren es detallar el diagnóstico”. Y están en su derecho. “No debemos ni podemos ir contra la confidencialidad del paciente y tutores”. Lo contrario “chocaría con la ley de protección de datos y con la deontología del secreto médico”, coincide Ruiz.
En el caso del Instituto de Barcelona, y según las declaraciones de la consejera de Enseñanza, Irene Rigau, el alumno sufrió un “brote psicótico”. Con 13 años, es muy difícil realizar un diagnóstico concreto con síntomas claros, por ejemplo de esquizofrenia, apuntan los expertos. A estas edades, “normalmente hablamos de psicosis de inicio precoz, que con el tiempo, puede evolucionar a esquizofrenia o cualquier otro trastorno mental, como el bipolar”, expone Palanca.
Entre los menores, aseguran ambos galenos, la enfermedad mental es menos prevalente que en los adultos. “Aproximadamente el 5% de los trastornos psiquiátricos durante la adolescencia son trastornos psicóticos; un porcentaje muy bajo”, matiza la psiquiatra infantil. En el caso concreto de la esquizofrenia, su aparición de inicio temprano, antes de los 12 años, es 50 veces menos frecuente que la esquizofrenia de inicio en la edad adulta. Se considera que tan sólo entre el 0,1% y el 1% de las psicosis esquizofrénicas se manifiestan antes de los 10 años.
Fuente: http://www.elmundo.es/salud/2015/04/22/55368b91e2704e6b608b4585.html