Quiero hablaros de unas experiencias vitales que, si no son directamente consecuencia de mis problemas mentales y tienen mucho que ver conmigo, sí están relacionadas y quiero compartirlas con vosotros como si fuese una forma de catarsis.

Cuando yo tenía veinticuatro años, salía de pasarme diez meses yendo a un hospital de día. Estaba aislado y acomplejado. Encontré unos viejos amigos con quien ir pero yo quería más gente que tratar. Mis días eran muy solitarios. Uno de estos viejos amigos me invitó a unirme a una gente que jugaba todo tipo de juegos y rol. Siempre me han agradado los juegos así que decidí hacer un esfuerzo y relacionarme. Lo necesitaba. Una amiga del hospital de día se había suicidado y yo necesitaba un cambio de aires.

Ya el principio fue malo. La primera partida de rol fue humillante. El que dirigía el juego me gritaba y me despreciaba. Y yo pedía disculpas por si había ofendido a alguien.

Yo pensé que el problema estaba en mí. Que se me veía débil y neuras. Y continué yendo al local donde se reunían y mantuve la relación. Los malos tratos eran continuos. Yo parecía el burro de los golpes. Protestaba, me enfadaba y me reivindicaba pero no ganaba nada.

Esta dinámica se mantuvo más de siete años. Había gente con quién tenía mejor relación. No todos eran desagradables conmigo. Incluso hice algún buen amigo. Pero había personas con quién no había manera de mantener una relación digna. El problema, ahora me doy cuenta, estaba en mí, pero no porque estuviera loco y tuviera problemas de relación, sino que lo que tendría que haber hecho es mandar a aquellas personas a freír espárragos y dejar de tratarlas.

Soporté maltratos de forma inútil. Y yo sentía que perdía la dignidad yendo detrás de unas personas que me despreciaban.

 

 

Finalmente, mantuve algunas amistades que me interesaban y dejé de tratar a aquel grupo de personas. Desaparecí poco a poco y me busqué la vida.

Aquello fue la libertad. Dejé de jugar por un tiempo a aquellos juegos que tanto me gustaban pero recuperé la dignidad muy rápidamente.

El problema era el estigma y el autoestigma. Ellos, al saber que tenía problemas mentales me maltrataban y yo pensaba que la culpa era mía. Yo entonces, (han pasado más de veinte años) no tenía nombre para estos conceptos.

No penséis que es todo culpa vuestra. No penséis que no valéis. Ya lo sé, la autoestima se destruye muy rápido y se construye muy lentamente. Pero no perdáis la dignidad como hice yo.

Ya sé que yo soy especialmente tonto. Me costó siete años librarme de unas personas que me hacían daño. Supongo que la mayor parte de la gente reacciona más rápido. Pero si conseguís ganar unos días de dignidad leyendo esto, ya me doy por contento. No penséis que todo es culpa vuestra. No penséis que tenéis que ser como los otros. Somos como somos, y si no le hacemos daño a nadie tenemos derecho a ser nosotros mismos.

Y el desprecio que se lo metan donde quieran.

Fèlix Rozey

Fuente: http://www.activament.org/es/2015/08/25/una-historia-dautoestima/

Por afmmebre

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